martes, 22 de noviembre de 2011

2DA PARTE DEL RESUMEN "UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO" DE RICHARD E. CHISM

UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO (2da parte)


por Richard E. Chism
resumen de Octavio León Urrutia

IV. El Rito Nacional Mexicano   


A poco de haber establecido el Rito de York, se hizo evidente que éste seguía el mismo camino que su antecesor, y que gran parte de sus miembros tenían la única virtud de ser contrarios al escocismo. De ahí que nueve entusiastas masones, cinco del Rito Escocés y cuatro del Rito de York, se propusieron combatir los abusos de "aquella" Francmasonería, estableciendo una nueva Logia preocupada de los buenos principios Masónicos.

Naturalmente no fue fácil conseguir una carta patente de ninguno de los dos Ritos existentes, por lo que se resolvió crear un nuevo Rito que agrupara las calidades de los otros dos, y resolviera las disputas y patronazgos religiosos dentro de las Logias. Finalmente, para resolver las objeciones sobre la "regularidad" de este cuerpo Masónico, se contestó que, de acuerdo con la historia Masónica, todos los Ritos reconocidos habían comenzado de la misma manera. La lógica de este argumento, no dio cabida a réplicas. De esta manera, una especie de Convención Constituyente Masónica celebrada el 22 de agosto de 1825, dictó las bases del nuevo Rito Mexicano, fundadas en 5 puntos:

1.- La independencia del nuevo Rito.
2.- Su gobierno debería consistir de un Gran Oriente y un Gran Logia Nacional Mexicana.
3.- Sus grados deberían ser los 3 de la Masonería Universal, y sus grados más altos serían 6 más (para un total de nueve).
4.- Cinco Logias regulares podrían establecer una Gran Logia en algún estado donde no hubiera alguna.
5.- "Los objetos de la Masonería Mexicana, serían trabajar para el adelanto de la virtud y la elevación de la humanidad, para la armonía y la verdadera fraternidad."[1]

En menos de 5 años, el Rito había alcanzado aceptación entre los masones de toda la república. Como se explicó en el capítulo anterior,[2] las Logias del Rito de York[3] se hallaban en sueños, lo que derivó en más y mejores miembros para el recién creado Rito Mexicano. En 1831 se fundaron la segunda Gran Logia del Rito Nacional Mexicano en Guadalajara (Jalisco), y la tercera en Toluca (Estado de México).

En 1833, "se verificó una Asamblea General del Rito Nacional Mexicano, la que publicó un programa político a favor de la libertad de las opiniones y de la prensa; de la abolición de los fueron clericales y militares; de la clausura de los conventos y del establecimiento del casamiento civil; de la educación del pueblo; de la abolición de la pena capital y de la conservación intacta del territorio nacional."[4] También se resolvió solicitar el reconocimiento para francmasones extranjeros y establecer Logias de adopción para mujeres. Estos cambios se alcanzaron paulatinamente, no sin grandes esfuerzos e innumerables batallas libradas en las guerras intestinas de la República.

La publicación de estas propuestas de reforma, trajo consigo la entrada de la Masonería mexicana a la arena política, convirtiéndose instantáneamente en una amenaza para el partido conservador-clerical. Para aquel entonces, el enemigo más conspicuo del progreso era Santa Anna, quien, a pesar de proclamarse masón de Rito Escocés, no era sino "un escocés", es decir, miembro de la facción política clerical que había heredado ese nombre.

En 1845, ocho masones franceses[5] formaron una Logia para trabajar en México bajo el Rito de San Juan, con una carta patente del Gran Oriente de Francia. En 1847, la Intervención Norteamericana paralizó los trabajos de aquella Logia francesa y disolvió temporalmente los trabajos del Rito Nacional Mexicano, cuyos miembros se distinguieron por la activa defensa de la patria. El uso oportuno de determinados signos, significaron cortesías fraternas que servían para mitigar los horrores de la guerra. No por ello los ejércitos norteamericano ni mexicano disminuyeron sus esfuerzos de conquista y defensa respectivamente. Esta invasión dio fin a los Ritos escocés (introducido en 1813) y yorkino (fundado en 1825) basados en doctrinas políticas.

Tras la salida del ejército norteamericano en mayo de 1848, se restableció el Supremo Gran Oriente del Rito Nacional Mexicano y el Rito en general, aunque nunca volvió con el mismo vigor y fuerza que antes de la guerra. En 1850 una epidemia de cólera azotó la República Mexicana, interrumpiendo nuevamente los trabajos masónicos y extinguiendo un gran número de Logias. En 1855 Santa Anna es exiliado por su ambición desenfrenada. En 1856 se decretaba la expulsión de los jesuitas; el 22 de mayo de ese mismo año, mediante la aplicación de la ley de Lerdo de Tejada se enajenarían propiedades de corporaciones civiles y eclesiásticas.

En el año de 1857 se adoptó una nueva Constitución que decretaba la separación entre la religión y el Estado, garantizaba la libertad de palabra y de prensa, abolía los fueros eclesiásticos y el derecho a poseer bienes raíces para el uso de la Iglesia, y establecía la supremacía del Gobierno Nacional sobre los habitantes de la República. Esta Constitución fue obra de la Orden Masónica, y en especial del Rito Nacional Mexicano, quienes supieron conservar sana distancia de las estructuras políticas, sin por ello ser indiferentes a las condiciones sociales que les incumbían.

A manera de conclusión, Chism llama a unificar los ceremoniales de la Orden, en apego a las "fórmulas antiguas, observadas por nueve décimas partes de todos los masones del mundo."[6]

V. El renacimiento del Rito Escocés

El Rito Nacional Mexicano se convirtió por algún tiempo en la única organización masónica del país, sin embargo, en 1859 se establece la Logia "Unión fraternal" #20 con carta patente del Gran Oriente de Nueva Granada[7], origen de la nueva era del Rito Escocés en México. La reacción por parte de los conservadores hacia la instalación de esta Logia fue de rechazo inmediato, lo que condujo nuevamente a la prohibición de sus actividades, así como la persecución de sus afiliados. Los clericales aprovechaban la prensa para insultar a estos masones, además de promover la excomunión para ellos. Lejos de alcanzar sus objetivos, los embates de la Iglesia fortalecieron la unión entre los masones.

Los dos Supremos Consejos de las jurisdicciones Norte y Sur de los Estados Unidos encomendaron a Andrés Cassard la instalación de los respectivos Supremos Consejos en Cuba y las demás Antillas, además de en la Ciudad de México y América Central. Debido a la participación de Cassard en la prensa disidente cubana, se vio perseguido junto con los demás redactores del periódico llamado "La voz del pueblo" de aquella región, esto lo llevó a delegar su objetivo en la persona de Juan Rafecas a quien le concedió el grado 33 para tal efecto. A pesar del buen resultado de la empresa, a los Supremos Consejos de Estados Unidos no les agradó la forma en que se llevaron a cabo sus órdenes, por lo que decidieron comisionar a Charles Laffon de Ladebat a la instalación en México, sin retirar en ningún momento los poderes delegados a Cassard.

Los planes terminaron por hacerse conocidos, de tal suerte que Jacques Foullhouze, fundador del Supremo Consejo de Louissiana, emprendió la tarea de adelantarse a la nueva fundación de Rito Escocés en México. Sus intenciones y métodos le valieron el fracaso en el malogrado y espurio proyecto conocido como “Supremo Consejo del Valle de Anáhuac”.

En noviembre de 1859, Laffon de Ladebat encontró el puerto ocupado por las fuerzas del Gobierno federal y legítimo de México presidido por el insigne Benito Juárez. A su alrededor, se encontraban los personajes más importantes del partido liberal por lo que Ladebat resolvió comenzar en ese lugar su encomienda. Inmediatamente entró en contacto y estableció relaciones con Masones de la recién formada Logia "La fraternidad" perteneciente al RNM, quienes veían con buenos ojos el objetivo de Ladebat.

Personajes como el General Ignacio Comonfort (ex Presidente de la República) y Nicolás Pizarro Suárez (abogado y literato), fueron parte de aquel grupo elevado al Grado 33 de la Masonería escocesa cuya misión era formar un Supremo Consejo. La ceremonia se llevó a cabo en una pieza del Hospital Civil de Veracruz, donde se hallaba hospitalizado Nicolás Pizarro, el 21 de diciembre de 1860, apenas dos días después de la derrota de las fuerzas clericales en la batalla de Calpulalpan.

En enero de 1861, el Gobierno y el ejército retornaron a la Ciudad de México, pero las invasiones extranjeras[8] impidieron que se reorganizara el Supremo Consejo en la capital. Se desconocen registros de sesiones de este Supremo Consejo, durante el periodo de 1861 a 1867.




[1] Richard E. Chism. Op. Cit. p. 34
[2] Disponible en esta otra publicación. 
[3] Y también del Escocés. [N. del A.]
[4] Richard E. Chism. Op. Cit. p. 34-35.
[5] A pesar de que la historia ha hecho hincapié en el intervencionismo americano, particularmente ejercido por Joel R. Poinsett (quien fuese embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en México), parece olvidarse que medidas semejantes fueron ejercidas (varias décadas antes) por los franceses y su ministro Antoine Deffaudis, dejando como consecuencia escisiones políticas internas, debilidades diplomáticas internacionales, así como acuerdos económicos costosos y dolorosos para la nación. Chism niega una parte fundamental de la historia masónica de México al omitir (con dolo o sin él) el rol sociopolítico de la Francmasonería francesa en nuestro país. [N. del A.]
[6] Este llamamiento refleja el dogmatismo del autor, quien parece abjurar del sincretismo filosófico del cual emana la Orden de la Francmasonería, que rescata las enseñanzas de todas las escuelas mistéricas para dotar de significación simbólica al acto de iniciación. Las más antiguas normativas rituales conocidas, como el manuscrito Regius (datado alrededor del año 1390), o el manuscrito Cooke (cuya data lo ubica entre 1420 y 1425) eran similares en cuanto a su estructura y esencia (textos divididos en tres partes: una plegaria o invocación, la historia tradicional de la Orden, y finalmente los deberes del Masón), sin llegar a ser idénticos en sus formas. [N. del A.]
[7] En Cartagena, España. [N. del A.]
[8] Francesas nuevamente. [N. del A.]

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