miércoles, 21 de diciembre de 2011

5TA PARTE DEL RESUMEN "UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO" DE RICHARD E. CHISM

UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO (5ta parte)
por Richard E. Chism
resumen de Octavio León Urrutia

XII. La formación de "La Gran Dieta de México" 

Inmediatamente después de firmar la fusión, el Gran Oriente desconoció las cláusulas del Tratado mediante un decreto que convocaba a todas las Logias, Grandes Logias, y demás Cuerpos de la Masonería Simbólica (regulares o irregulares) dentro de la Jurisdicción Mexicana, a juntarse a fin de formar un Cuerpo Supremo que se llamaría "La Gran Dieta Simbólica de los Estados Unidos Mexicanos" para asumir la dirección del Simbolismo, es decir, poner en marcha lo propuesto en el Balaustre XXX rechazado con anterioridad, solapando la extinción del sistema de Grandes Logias instituido mediante el Balaustre XXXII. 

No se efectuó ninguna verificación sobre el abandono de las Antiguas Tradiciones, ni se tomaron en cuenta opiniones sobre el proyecto, tampoco hubo discusión ni deliberación, ni tan sólo una representación digna y honorable de la Masonería legítima, bien organizada y libre. Simple y llanamente se impuso la centralización del poder para obtener ventajas materiales repartidas entre una ambiciosa oligarquía. 

Se credencializó a ciertos partidarios de Cantón, para simular la legalidad de la Asamblea que se llevaría a cabo el 15 de febrero de 1890, a dos meses del decreto. Alrededor de quince personas se reunieron en la fecha fijada para la instalación de la Gran Dieta, quienes pretendían hacerse pasar por representantes de Logias y Grandes Logias, muchas de las cuales ni siquiera habían sido consultadas, e incluso desconocían a sus supuestos delegados.  

Su Constitución tuvo el mismo desarrollo, unos cuantos Masones se proclamaron representantes de 127 Logias y Grandes Logias y fueron los firmantes del documento a mediados de julio de 1890. Incluso se falsificaron firmas y se hicieron firmar deshonestamente documentos a nombre de prominentes personalidades públicas o Masónicas como el propio General Porfirio Díaz, a quien nombraron Gran Maestro. 

Sin un conocimiento íntimo del origen y objeto de la Gran Dieta, y engañados por la noticia de que el Gral. Díaz trabajaba con actividad a favor de la nueva institución que encabezaba, cierto número de Grandes Logias se adhirieron a la Gran Dieta, con la finalidad de acabar con las rencillas y consolidar y armonizar a la Masonería simbólica. Otros más informados y de ideas esclarecidas sabían que era un camino trillado que conducía al mal éxito y desintegración. La Gran Logia Unida de Veracruz fue la primera en protestar contra la organización de la Gran Dieta, creado por un Cuerpo irregular, nacido de uno anterior de origen espurio. A esta protesta se sumaron más Grandes Logias. 

El Gran Maestro nominal, Porfirio Díaz, indiferente y despreocupado de la nueva corporación, jamás asistió a una sola tenida de la Gran Dieta, por lo que el poder recaía en el Secretario General Ermilio G. Cantón, quien hacía y deshacía a voluntad y capricho jactándose de su influjo e importancia. Muchos Masones se amedrentaban por los supuestos poderes de Cantón, mientras que otros demostraron enérgicamente su descontento. 

"La persona del Sr. Cantón resumía en sí las dignidades de Gran Secretario incambiable de la Gran Dieta, Gran Maestro de la Gran Logia Valle de México, Venerable de la Logia "Benito Juárez", y quién sabe qué cosas más. Esta diversidad de funciones condujo a que algunos chuscos bautizasen al Sr. Cantón  con el nombre de 'El Frégoli Masónico' a la hora en que aquel transformista deleitaba al público ilustrado de esta capital." [1] [sic] 

El 31 de octubre de 1892, Ignacio A. de la Peña, Masón entusiasta y trabajador, persona de provecho y de cierta influencia, se presentó ante la Gran Dieta para hacer cargos al Gran Secretario de ésta por abuso de autoridad, ya que suspendió a los Dignatarios constitucionales de una Logia sin autorización alguna, sino de su mero capricho personal. Cantón resolvió, en una tenida de la Gran Logia Valle de México presidida por él mismo, declarar a Peña 'perjuro' y 'traidor a la Fraternidad' expulsándolo para siempre de la Masonería. 

Peña se alejó de esta Masonería, para formar junto con cinco Logias un nuevo Rito, con un Supremo Consejo y todo, que lleva por nombre "Rito Escocés Antiguo y Reformado (como aquel Rito igualmente irregular organizado en 1871 y extinto en 1876), ubicado en el Callejón del Ratón[2] en donde se afiliaron un numeroso grupo de artesanos. 

Los innumerables cismas y discordias que han aquejado a muchas Jurisdicciones han sido propiciados por la misma ineptitud consistente en centralizar el gobierno de la Masonería Simbólica. 


XIII. La Gran Dieta en su auge 

Durante mucho tiempo, Logias mexicanas cercanas al Río Bravo (del Rito Escocés Antiguo y Aceptado) y Logias texanas (del Rito de York) tuvieron contacto y visitas más o menos constantes aunque sin el debido reconocimiento mutuo. El acuerdo llegó hasta el año de 1890, sin embargo, la Gran Dieta violó toda cortesía internacional Masónica, estableciendo dos Logias en la Jurisdicción texana, una en Laredo y la otra en Benavides. El Gran Maestro de Texas solicitó que se retiraran estas Logias, y ante la negativa, publicó una circular prohibiendo todo contacto Masónico con Masones mexicanos. 

Durante una visita de inspección al Estado de Tamaulipas, Cantón llegó hasta Laredo donde formó Logias femeninas con plenos poderes para conferir los Grados de Aprendiz, Compañero y Maestro a las señoras. Además se informó de la situación entre ambas Grandes Logias, por lo que decidió decretar (de por sí y ante sí) el abatimiento de Columnas de las Logias mexicanas en Texas argumentando que se trató de una equivocación, pues en la frontera mexicana también había ciudades con esos nombres. Esta disculpa sirvió para que en 1981 el Gran Maestro de Texas reconociera la regularidad de todas las Logias mexicanas con Carta Patente de la Gran Dieta[3], y autorizaba nuevamente las visitas entre ambas obediencias. 

El Gran Maestro de Texas, George W. Tyler, cruzó a México en calidad de visitante, sin ninguna comisión ni poderes de su Gran Logia, interesado en intercambiar cortesías con Masones mexicanos. A su paso conoció a numerosos simpatizantes de la Gran Dieta, entre ellos a Manuel M. Bauche, plenipotenciario de la Gran Dieta con quien firmó un tratado de alianza. Analizado con detenimiento, este acuerdo escapa a toda comprensión.  

1.- En primer lugar, Tyler no tenía la facultad de firmar ningún tratado al encontrarse fuera de su Jurisdicción, a menos, claro, que los miembros de su Gran Logia se lo hubiesen conferido, para lo cual, en todo caso habría sido necesario celebrar una Asamblea para revisar y discutir la propuesta entre los Masones de Texas. Por otro lado, se hallaban a más de 600 kilómetros de la sede de la Gran Dieta.
2.- Al ser ignorante del idioma español, Tyler se valió de las señas de un intérprete.
3.- Ni por un momento se puede suponer que un Masón del Rito de York hubiera tolerado la admisión de mujeres a la fraternidad con igual carácter que los hombres, la ausencia de la Biblia en el ara, los juramentos truncos en cuanto a las penalidades antiguas, y muchas otras diferencias esenciales en los misterios de una y otra Jurisdicción, de manera que ningún Masón de la Gran Dieta pasaría un examen para ser reconocido por los Ritos de York. 

La conclusión lógica es que se obviaron las cuestiones más elementales, recibiendo a toda la Gran Dieta en amistad, con menos precaución de la que se toma generalmente para recibir a un solo visitador a una Logia. Se sabe también que se ocultó convenientemente el origen de la Gran Dieta a Tyler, y que la cándida confianza de éste era ilimitada. 

En diciembre de 1891 se volvieron a presentar cargos contra Cantón que fueron desechados, abatidas las Columnas de la Logia a la que pertenecían los denunciantes, y éstos fueron expulsados de la orden, sin causa ni juicio como era la costumbre arbitraria en la organización de la Gran Dieta. 

En 1894, algunos Masones de la Logia "Toltec" #520 que trabajaban en la Ciudad de México con Carta Patente de Missouri, formaron una nueva Logia ("Toltec" #214) para trabajar en inglés según el Rito de York por la Gran Dieta de México[4]. 

A consecuencia de una enfermedad cardíaca, la Gran Dieta cerró sus sesiones desde el 16 junio de 1984, hasta abril de 1895. El Boletín Masónico, del cual el Sr. Cantón era propietario y redactor, suspendió su publicación lo que causó una laguna en el Libro de Actas de la Gran Dieta que debió ser llenada como se referirá más adelante. 


[1] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 107 Se trata de una comparación con Leopoldo Fregoli (1867-1936). Actor, reformista y cantante italiano, reconocido por su maestría en el género para-teatral del Transformismo, que consistía en puestas en escena donde él mismo iba cambiando de voz, de vestuario y de registro, todo de manera frenética, dando vida a docenas de personajes distintos. [N. del A.]
[2] Lo que actualmente es la calle Riva Palacio en la Colonia Guerrero. [N. del A.]
[3] Esto incluía también a las Logias femeninas, lo que era una falsedad dentro del orden de los Cuerpos Masónicos Regulares del momento y que no hubiera merecido reconocimiento si se hubiera tenido conocimiento del asunto. [N. del A.]
[4] Antecedente de la Logia a la que pertenecería y presidiría el propio Richard E. Chism. [N. del A.]           

lunes, 12 de diciembre de 2011

4TA PARTE DEL RESUMEN "UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO" DE RICHARD E. CHISM

X. El llamado "Gran Oriente de México"
 
Para el año de 1878 se vivía la etapa de mayor estabilidad y armonía en la historia del Rito Escocés, por la respetuosa y escrupulosa administración del Supremo Consejo de México a cargo de Alfredo Chavero; sin embargo, una probada conspiración orquestada por Ermilio G. Cantón que llevó a Ignacio M. Altamirano[1] a salir electo Gran Maestro de la Gran Logia del Valle de México, sirvió para poner en entredicho la legalidad de aquel Supremo Consejo (cuya falta consistía en negarse con razón a la aplicación de los Estatutos de Nápoles), con lo que se anunciaba la renuncia de toda obediencia a aquel cuerpo, y se reclamaba la soberanía de todas las Logias Simbólicas en nombre de la Gran Logia.

Sólo dos Logias (y algunos miembros de otras) se separaron del Supremo Consejo, con lo que no era posible fundar una Gran Logia[2]. Ambas Logias Simbólicas aportaron miembros para simular la instalación de la tercera Logia requerida, con lo que fue posible celebrar una asamblea que fundara la "Gran Logia Independiente de Estado del Valle de México" #1. Partiendo de esta simulación y fundamentados en los absurdos Estatutos Generales de la Orden, determinaron que habrían de crear un nuevo Supremo Consejo, por lo que procedieron a hacerse unos a otros, Masones del Grado 33. En apenas un año fabricaron su nuevo Rito con todo y Supremo Gran Oriente, cuya primera acción consistió en declarar irregular e ilegítimo al Supremo Consejo de México. Esta acción logró dañar más a la Masonería que todas las fulminaciones de la Iglesia y todas las maquinaciones de los Jesuitas.

Concentrado el poder en el Gran Oriente, los Grados del 4° al 33° se convirtieron en filosóficos (sin jurisdicción sino en sus misterios del Grado), con lo que desaparecieron las Grandes Logias de Estado. Se ofrecían posiciones altas a personajes de cierta reputación y posición social, quienes a su vez atraían a un gran número de personajes sin importancia ni cualidades esenciales de un buen Masón. Los Grados se otorgaban sin ningún mérito, con la única finalidad de engrosar las filas del personal. Esto derivó en que los buenos y verdaderos Masones (aunque espurios), se mezclaran sin distingo con personas cuyo único interés consistía en obtener ventajas personales. 

Para 1884, el Gran Oriente contaba con alrededor de 120 Logias esparcidas por toda la República, la mayoría nominales[3] o en sueños. Se habían propuesto tratados de amistad, alianza y reconocimiento a casi todos los Cuerpos regulares del mundo, quienes en general no recibieron bien estas propuestas, salvo Cuerpos de igual origen y principios. Ya se habían admitido algunas mujeres en la Orden, llegando algunas al Grado 14 y formando Logias exclusivamente femeninas. Se cambiaron todos los rituales de modo que no tuvieran ninguna semejanza con los de los Ritos regulares. 

Cuando las actividades profanas de Altamirano le distrajeron de la administración del Gran Oriente, éste cayó en las manos del ambicioso Ermilio G. Cantón cuya personalidad arrogante e ignorante sumada a su desprecio por la ley, su servilismo con los fuertes y tiranía con los débiles, condujo a muchos Cuerpos y miembros a separarse. Ninguno de ellos fue bien recibido por las Logias regulares, por lo que se organizaron 2 nuevos Ritos: "Yorkinos" y "Templarios", cuya historia es aún más increíble, indescifrable y carente de importancia, por lo que no se profundiza en su estudio, sino para evidenciar las consecuencias de desintegración acarreadas por este sistema. 
 
XI. La autonomía del Simbolismo
 
El Rito Escocés legítimo [sic] y la Gran Logia del Valle de México, bajo los auspicios del Supremo Consejo de México, resistieron al cisma de 1878 con buen éxito y armonía; sin embargo, hacia adentro del Supremo Consejo se reconocía una realidad que había que enfrentar: la intervención en el Simbolismo. 

Las condiciones sociopolíticas derivadas de la Guerra Civil española así como del Imperio de Maximiliano, significaron facultades extraordinarias a favor de los Supremos Consejos, que ejecutaron "en general con una buena fe inalterable y con notable sabiduría"[4]. De cualquier forma, se creía superada la necesidad de depositar la tutela de la Masonería Simbólica en los Supremos Consejos. Para ello había que devolverle a los Cuerpos Simbólicos su autonomía, cuidando al mismo tiempo la preservación y continuación de las doctrinas y ceremonias de la Institución. 

La resolución, impulsada por los simpatizantes del Gran Oriente, declaraba –mediante el Balaustre XXX publicado el 25 de abril de 1883– la Autonomía del Simbolismo, según lo cual debía formarse una "Gran Logia Central" en la capital mexicana en la cual recaería la jurisdicción del Simbolismo que anteriormente ejercía el Supremo Consejo. Esta Gran Logia Central expediría las Cartas Patentes a las Grandes Logias de Estado y a las Logias Simbólicas en los estados que no tuvieran Grandes Logias, refrendaría los diplomas de los Maestros Masones expedidos por sus Grandes Logias, y algunas otras curiosidades. De este modelo se calcó, años más tarde, la llamada Gran Dieta de México. 

La centralización de la Francmasonería es reprobable, pues la autonomía y libertad son principios fundamentales de la Orden, que permiten conservar la armonía fraternal dejando de lado la política masónica, fuente de ambiciones desenfrenadas y de discordias innumerables. "Fue el espectáculo del Gran Oriente de México, desgarrándose para escapar de la dominación personal, que dio a la Masonería Simbólica legítima de México la advertencia necesaria para que doblara sus esfuerzos en contra de la organización que se le proponía en el mal considerado Balaustre del Supremo Consejo."[5] 

La Logia "Probidad" #6, fue la primera que emitió una postura en contra de la decisión, que atentaba contra las costumbres de la Masonería, su autonomía y su Simbolismo. A esta protesta se secundaron los Masones del Rito Escocés con excepción de una escasa minoría. La fuerza de este razonamiento se hizo tan manifiesta y con tanta unanimidad, que el Supremo Consejo, en mayo 27 de 1883 (un mes después de su primera manifestación), publicó el Balaustre Núm. XXXII considerado como la Carta Magna de la Masonería Antigua en la Jurisdicción Mexicana, ya que significó que por primera vez, la Masonería Simbólica de la República era una organización enteramente lógica de acuerdo con los sistemas reconocidos como antiguos, regulares y sobre todo, practicables.  

Esta obra se proyectó con sagacidad y prudencia, aunque muchos han visto en este Balaustre una maniobra política. Sea como fuere, el Balaustre se recibió con suprema satisfacción entre la Fraternidad en general. Su planteamiento se resume en tres ejes:

1)   Las Grandes Logias tenían la jurisdicción de los Grados Simbólicos, dentro de sus límites políticos y sobre las bases de la Masonería.
2)   Las Logias Simbólicas en los Estados donde no hubiese Grandes Logias debían convocar a elecciones y organizar este Cuerpo según las constituciones vigentes.
3)   Los Supremos Consejos reservaban expresamente su jurisdicción sobre los Grados del 4° en adelante. 

Algunos fieles adeptos al Gran Oriente de México y otros del RNM protestaron en contra de la autonomía del Simbolismo. Sus argumentos se vinieron abajo pues ahora pretendían centralizar el Simbolismo en la figura del Supremo Consejo, al que habían declarado "irregular" con anterioridad. De cualquier forma, ambos (los seguidores del Gran Oriente y los del RNM) pertenecían a corrientes Masónicas ajenas al Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y sus propios Ritos se encontraban disminuidos en prestigio e influencia. El nombramiento de Ignacio M. Altamirano como Cónsul General de México en España en 1889, significó un golpe mortal para el Gran Oriente de México. 

"Nunca faltan entre masones, como tampoco faltan entre otras corporaciones humanas, algunas de estas almas caritativas y bien intencionadas, aunque mal dirigidas, que están listas para sacrificar los principios fundamentales y promover lo que ellas piensan sea la mejor armonía y unión."[6] Gracias a muchos de ellos, Ermilio G. Cantón pudo acercarse a negociar la fusión de su organización con el Supremo Consejo, para lo cual tuvo que reconocer la supremacía del Rito al que tantas veces llamó espurio, como única autoridad Masónica dentro de la Jurisdicción de los Estados Unidos Mexicanos. No es difícil pensar que los miembros del Supremo Consejo vieran con recelo la fusión, sin embargo, entendían el afán conciliador e integrador de la decisión.

[1] Respetado escritor, periodista, docente y político mexicano. [N. del A.]
[2] Recordemos que para fundar una Gran Logia se requerían al menos de 3 Logias Simbólicas. [N. del A.]
[3] Es decir que sólo eran fachadas, y que en realidad no trabajaban. [N. del A.]
[4] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 85 Antes de cualquier calificativo, hay que resaltar lo evidente: pese a la ventaja que representaba este tipo de organización, se trata de una deformación esencial a la Masonería, en la que las cúpulas (integradas por personajes eminentes de la Nación) de cada jurisdicción ejercían el control jurídico y práctico sobre los Cuerpos Simbólicos de la Masonería. También es cierto que no era una práctica peligrosa y que las circunstancias exigían cambios en todas las instituciones sociales, así que la Masonería no hizo sino adaptarse a su realidad, como ha hecho desde el principio de los tiempos. Esta aparente contradicción se resuelve en un paradigma de circularidad. [N. del A.]
[5] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 87
[6] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 95

martes, 29 de noviembre de 2011

3RA PARTE DEL RESUMEN "UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO" DE RICHARD E. CHISM

UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO (3ra parte)



por Richard E. Chism
resumen de Octavio León Urrutia


VI. El Renacimiento del Rito Escocés (Continúa)
 

En junio de 1863, los franceses convocaron a una asamblea en la Ciudad de México en la que se dispusieron los preparativos para el Imperio de Maximiliano de Habsburgo. Las Logias capitalinas del Rito Nacional Mexicano suspendieron sus trabajos, mientras los Masones más patriotas se organizaron para hacer frente al invasor extranjero. La Logia "Unión fraternal", perteneciente al Rito Escocés, continuó regularmente sus trabajos al asumirse ajena al conflicto, razón que la llevó a ser la única Logia activa durante muchos años. Dadas las condiciones diplomáticas del momento, la Logia "Unión fraternal" decidió sustituir la carta patente española (del Gran Oriente de Nueva Granada) por una francesa (del Gran Oriente de Francia), ayudándose de convenientes conexiones familiares entre ambos cuerpos. 

Por ese tiempo, llegaron a México Manuel Basilio da Cunha Reis y Francisco Pires de Almeida (ambos masones de nacionalidad portuguesa), listos para aprovecharse de la debilidad y de las necesidades del nuevo Imperio de Maximiliano. La Misión especial que llevaba Reis a México era la obtención de concesiones ferrocarrileras, y Almeida era el gran capitalista con cuyo dinero e influencia debería construirse el ferrocarril proyectado. [1]


VII. El renacimiento del Rito Escocés en México (Continúa)


"Al discutirse en el seno la Logia "Unión fraternal" el proyecto de obtener una carta patente del Gran Oriente de Francia, el hermano Reis estando presente de visitador pidió la palabra y habló en contra de cambiar una jurisdicción extranjera por otra igualmente extranjera y a favor de la independencia Masónica de México."[2] 

Afirmó que dicha independencia se podría alcanzar fácilmente, pues al no existir potencias Masónicas en el país, él como Masón Grado 33, tenía las facultades para hacerlo. Sin embargo, se pasó por alto la existencia del Supremo Consejo del Rito Nacional Mexicano[3], del cual no tenía conocimiento Reis[4], mientras el resto de los asistentes lo desestimaron pues daban por aniquilado al RNM. A pesar de ello, la propuesta fue bien recibida, por lo que se solicitaron referencias sobre Reis, que contestó el mismo Andrés Cassard con beneplácito. Cassard era conocido por sus contribuciones a la Masonería en castellano, además de ser reconocido como el comisionado de instalar los Supremos Consejos en Cuba, las Antillas, México y América Central. Estas credenciales terminaron por convencer a los entusiasmados Masones mexicanos sobre la viabilidad de sus propósitos, por lo que se llevaron a cabo los arreglos necesarios para fundar el Supremo Consejo del Gran Oriente de México, instalar 3 Logias Simbólicas y una Gran Logia que llevó por nombre "Gran Logia del Valle de México".

Reis pretendía ofrecer el cargo de Soberano Gran Comendador al emperador Maximiliano, de quien afirmaba poseía el Grado 18. Maximiliano rechazó (si es que en verdad se le ofreció) el cargo, sin embargo, su médico particular y su Gran Chambelán, ocuparon puestos dentro del Supremo Consejo como representantes del Imperio. El Emperador sostuvo charlas con estas Logias para saber si sus lealtades estaban con el Imperio. Se dice que escuchó argumentos y principios republicanos, y que a pesar de ello se convirtió en invitado distinguido de la Orden, ayudando incluso a financiar labores Masónicas de beneficencia. Su carácter noble, el deseo de agradar a todo mundo, y la necesidad de "reconciliar lo irreconciliable" hicieron del Imperio de Maximiliano, un fracaso atroz. En junio de 1867, el malogrado Imperio concluyó en el Cerro de las Campanas y las fuerzas republicanas volvieron a tomar el control de la capital.


XVIII. El Supremo Consejo de México
 

Junto con Juárez y los Congresos, regresaron los miembros restantes del Supremo Consejo fundado en Veracruz en 1860 por Laffon de Ladebat. Las circunstancias habían separado a los integrantes, y como consecuencia de la guerra, tres de ellos habían muerto (incluido el General Ignacio Comonfort) por lo que se llevaron a cabo elecciones para ocupar esas vacantes. Entre los nuevos electos se contaba el General Porfirio Díaz (quien había sido Gran Inspector del RNM). 

Por aquel entonces se suscitaron serias dudas sobre la legitimidad del Supremo Consejo en México, pues no existía evidencia de que Reis hubiese recibido el Grado 33 de la Masonería como no la había de sus facultades para llevar a cabo dicha instalación[5]. Simultáneamente, se conoció la vigencia del Supremo Consejo fundado en Veracruz, lo que bien pudo significar conflictos entre ambas obediencias. 

De manera verdaderamente fraternal, se celebró una tenida el 28 de abril de 1868 que resolvió unificar ambos cuerpos en un Supremo Consejo de Soberanos Grandes Inspectores del Grado 33 y Último del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la Jurisdicción Masónica de la República Mexicana, para lo cual se efectuaron las respectivas elecciones que designaran a los nuevos dignatarios. Los principales Supremos Consejos alrededor del mundo reconocieron inmediatamente su legitimidad y regularidad. 

A la vuelta del gobierno republicano al poder, el Rito Escocés se halló nuevamente enfrentado al Rito Nacional Mexicano. De ambos grupos existió buena voluntad para dar solución al conflicto mediante un solemne tratado de alianza y amistad, que distinguía de manera recíproca a sus altos funcionarios, reconocía su regularidad, respetaba su autonomía y daba representación igualitaria en los Orientes donde existieran Logias de ambos Ritos.


IX. La Masonería en discordia


La condición de la Masonería en todos los países Hispano-Americanos, ha sido por muchos años muy lamentable. Ni una sola organización Masónica en estos países, ha estado exenta de movimientos revolucionarios encaminados a formar centros sediciosos donde han salido masones irregulares y clandestinos. Una condición tan general entre los hermanos Hispano-Americanos no puede proceder sino de una sola causa […] La discordia de la Francmasonería Hispano-Americana no conoce ninguna causa externa, procede de dentro de la misma Orden, nace de la mala semilla que una sola mano arrojó con el intento de hacer bien a la institución masónica, pero con efecto enteramente diverso.[6] 

La razón, según Chism, se encuentra en un fragmento del "Manual de la Masonería" de Andrés Cassard[7]  conocido como "Estatutos de Nápoles" atribuido a algún infortunado reformista italiano y traducido al español por Tadeo C. Carvallo. Estos estatutos ni siquiera llegaron a entrar en vigor en Italia dada su evidente inoperatividad y falta de apego a los preceptos Masónicos, sin embargo, fueron -sus 300 artículos-[8] acogidos por los Masones de España y la América Española, como los mandamientos de Dios lo son para la Iglesia[9]. 

El funesto documento modificaba la concepción que se tenía del Gran Oriente redefiniendo por un lado su estructura orgánica en una Gran Logia Madre compuesta por un Gran Comendador, Maestro de la Orden vitalicio y representantes de todos los Cuerpos del Rito Escocés del grado 4 para arriba, además de representantes de las Grandes Logias afiliadas, y otro lado replanteando su rol como Gobierno Supremo de la Orden.  

Para efectos administrativos y legislativos a todos los miembros del Gran Oriente se consideraba iguales en voz y voto, así que los Maestros Masones de las Logias se igualaban con los de Grados más altos, incluso del Grado 33. El número de Maestros Masones era obviamente superior en relación con los de Grados superiores, y su identidad, opiniones e intereses los ligaban naturalmente con la de los masones de grados 14 y 18. De esta manera se producía una división en dos partidos con consecuencias de sobra conocidas: la ruptura y el desconocimiento del grupo antagónico. Finalmente se solucionaba el conflicto y se vivía una corta armonía hasta que la historia se volvía a repetir. 

Con el correr de los años las secuelas de la mala semilla fueron mermando, hasta consolidarse de nuevo en la organización llamada "La Gran Dieta de México". Fuera de esta organización, se retomó el único, auténtico y practicable sentido de la Masonería Simbólica. No ha de concluir esta referencia sino hasta revisar los cambios y trastornos ocasionados por el proyecto del Gran Oriente en nuestro país.

En primera instancia, el Gran Oriente Mexicano estableció una Constitución Masónica que pronto dio muestras de su inviabilidad, lo que llevó a una mayoría a descartar el cambio y devolver el control al Supremo Consejo. Esta reacción causó molestia entre algunos cuerpos Masónicos del escocismo quienes se proclamaban auténticos y calificaban a los separatistas de "contrarios a las doctrinas de los Estatutos de Nápoles", llegando incluso a rebelarse al Supremo Consejo y, apoyados por el Gran Maestro de la Gran Logia del Valle de México, establecer el "Soberano Gran Oriente del Rito Escocés Antiguo y Aceptado para la República de México" en julio de 1870. 

El Supremo Consejo declaró irregulares aquellos procedimientos, suspendió los Cuerpos rebeldes  y los hermanos afiliados a éstos. El Supremo Consejo se halló casi sin Masones de los Grados 14, 18, 30 y 32, pero contó con la adhesión de 14 Logias Simbólicas de las veinte que tenía bajo sus auspicios. Las Logias que permanecieron con el Gran Oriente eran de la capital, mientras que las fuereñas estuvieron unánimemente a favor del Supremo Consejo. 

Los seguidores del Gran Oriente, considerados rebeldes organizaron un Rito Independiente con el nombre de "Rito Escocés Antiguo y Reformado", que dejaba sólo 3 Grados arriba del Grado de Maestro, recibiendo los otros sólo por comunicación. 

Los Masones del RNM habían visto con recelo a los del Rito Escocés, por su mayor popularidad en la República, consecuencia de la actividad política del Rito Nacional. La evidente amenaza sufrida por el Rito Escocés, complacía de alguna manera al RNM, quienes optaron por reconocer al llamado Rito Reformado. El Supremo Consejo protestó esta decisión y se retiró del tratado de amistad y alianza que tenía con el Rito Nacional Mexicano, declarándolo irregular por motivo de su reconocimiento de los Cuerpos irregulares. Otros Cuerpos de poca importancia[10] también los reconocieron. El Rito Escocés Reformado, lucha por su supervivencia con mediano éxito hasta el año de 1874. 

Ese año se reunió en Laussane, Suiza, un Congreso Masónico del Rito Escocés que ha quedado conocido en la historia por el nombre de "El convento de Laussane"[11]. Los representantes del Gran Oriente Nacional Mexicano del Rito Escocés Antiguo y Reformado no fueron admitidos para formar parte del Congreso por carecer de un Supremo Consejo, lo que les volvía un Rito incompleto, llamándose escocés injustificadamente. Para 1876 este Cuerpo quedó prácticamente en sueños, sin embargo, algunas de sus Logias decidieron regularizarse por la Gran Logia del Valle de México y su Supremo Consejo, mientras otras obtuvieron patentes de la Gran Logia de Hamburgo. Entre esta Gran Logia de Alemania y la Gran Logia del Rito Nacional Mexicano "Luz de México" se estrecharon lazos que se tradujeron en el reconocimiento de esta última, reconocimiento que ya se ha de haber retirado pues hace mucho que aquella Gran Logia del Rito Nacional Mexicano está en sueños.

Tras la revolución en Tuxtepec, los masones del RNM convocaron a una asamblea donde se determinó que se separarían de la actividad política, para que la disputa entre los dos partidos, no fuera nunca más relacionada con la Fraternidad Masónica, resolución que han respetado hasta nuestros días. Al consumarse jurídicamente sus anhelos, el Rito comenzó a debilitarse y perder terreno ante el Rito Escocés, lo que casi los condujo a la extinción. El mobiliario y archivo de la Gran Logia del Rito Nacional Mexicano fue vendido para pagar deudas hipotecarias pasando a manos de particulares. 

Es imposible reprochar la manera de actuar de los Masones del RNM fungiendo como organización política, combatiendo la ignorancia, el fanatismo y la codicia (disfrazados con los trajes de la Iglesia Católica Romana), y luchando por la independencia, la libertad y el progreso. 

La política sencilla, donde las opiniones se debaten en una contienda entre partidos de diversas ideas que pueden vencer uno al otro sin cambiar los principios fundamentales del buen gobierno, no tiene interés para la Masonería y la Masonería debe apartarse de ella; pero cuando existan partidos cuyo buen éxito significa un ataque a la libertad del pueblo, los masones y las organizaciones Masónicas deben pronunciarse a favor del liberalismo y consagrar a éste sus últimos esfuerzos y sacrificios.[12]





[1] En el resto del capítulo se discurre acerca de los méritos y errores de Reis, quien fuese un masón de probado entusiasmo pero malas administraciones. [N. del A.]
[2] Richard E. Chism. Op. Cit. p. 55
[3] Recordemos que al primer Supremo Consejo de México se le declaró "espurio" , y había otro fundado en Veracruz en 1860, con carta patente del Gran Oriente de Nueva Granada (en Cartagena, España) que había quedado "en sueños". [N. del A.]
[4]  Dada la conducta mostrada por Reis en otros episodios de su vida, sería conveniente tomar esta afirmación con las debidas reservas. [N. del A.]
[5] Aún más sospechas generó que tras conocer la desconfianza hacia su persona y sus poderes, Reis partiera hacia La Habana sin mayor explicación. Más tarde se reconocerían como un error las descalificaciones imputadas a Manuel Basilio da Cunha Reis. [N. del A.]
[6] Richard E. Chism. Op. Cit. p. 68
[7] Andrés Cassard. Manual de la Masonería. Nueva York, EE.UU. Cartoné. (1867) P. 550-616
[8] Chism parece obviar el número verdadero de artículos (579), para echar por tierra cualquier posibilidad de atribuirle algún interés por el documento, pues no parece posible que un Masón tan documentado ignorase el contenido. [N. del A.]
[9] Según Rafael Obregón Loria y George F. A. Bowden. Anuario de la Gran Logia de Costa Rica. La Masonería en Costa Rica: segundo periodo. San José, C. R. Trejos Hermanos Impresores. (1938) P. 15, Andrés Cassard intentó rectificarse argumentando que no era su intención hacer pasar estos estatutos particulares del Gran Oriente de las dos Sicilias de 1820 como los de la Masonería en General, más bien pretendía, a falta de un código Masónico en español, compartir el que acababa de traducir el venezolano D. Tadeo Carvallo "para servir de referencia". [N. del A.]
[10] Se mencionan al Gran Oriente de España y al Supremo Consejo de Colón (en Cuba). La ambigüedad en relación a cuántos y cuáles otros Cuerpos les reconocieron contribuyen a minimizar los logros de este Rito; sin embargo, el motivo de su desaparición no fue la falta de reconocimiento o la calidad del mismo, sino su incomprensión de la estructura orgánica del Rito Escocés. [N. del A.]
[11] Otras fuentes aseguran que dicha reunión se celebró al año siguiente, es decir, en 1875, precisando además que el nombre de la reunión fue "Congreso Internacional de Supremos Consejos" y que tuvo como resultado la reforma de las Grandes Constituciones de 1786, lo que significa que, entre otros asuntos, se trató la improcedencia del proyecto del Gran Oriente frente a las tradiciones de la Institución Masónica. [N. del A.]
[12] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 77

martes, 22 de noviembre de 2011

2DA PARTE DEL RESUMEN "UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO" DE RICHARD E. CHISM

UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO (2da parte)


por Richard E. Chism
resumen de Octavio León Urrutia

IV. El Rito Nacional Mexicano   


A poco de haber establecido el Rito de York, se hizo evidente que éste seguía el mismo camino que su antecesor, y que gran parte de sus miembros tenían la única virtud de ser contrarios al escocismo. De ahí que nueve entusiastas masones, cinco del Rito Escocés y cuatro del Rito de York, se propusieron combatir los abusos de "aquella" Francmasonería, estableciendo una nueva Logia preocupada de los buenos principios Masónicos.

Naturalmente no fue fácil conseguir una carta patente de ninguno de los dos Ritos existentes, por lo que se resolvió crear un nuevo Rito que agrupara las calidades de los otros dos, y resolviera las disputas y patronazgos religiosos dentro de las Logias. Finalmente, para resolver las objeciones sobre la "regularidad" de este cuerpo Masónico, se contestó que, de acuerdo con la historia Masónica, todos los Ritos reconocidos habían comenzado de la misma manera. La lógica de este argumento, no dio cabida a réplicas. De esta manera, una especie de Convención Constituyente Masónica celebrada el 22 de agosto de 1825, dictó las bases del nuevo Rito Mexicano, fundadas en 5 puntos:

1.- La independencia del nuevo Rito.
2.- Su gobierno debería consistir de un Gran Oriente y un Gran Logia Nacional Mexicana.
3.- Sus grados deberían ser los 3 de la Masonería Universal, y sus grados más altos serían 6 más (para un total de nueve).
4.- Cinco Logias regulares podrían establecer una Gran Logia en algún estado donde no hubiera alguna.
5.- "Los objetos de la Masonería Mexicana, serían trabajar para el adelanto de la virtud y la elevación de la humanidad, para la armonía y la verdadera fraternidad."[1]

En menos de 5 años, el Rito había alcanzado aceptación entre los masones de toda la república. Como se explicó en el capítulo anterior,[2] las Logias del Rito de York[3] se hallaban en sueños, lo que derivó en más y mejores miembros para el recién creado Rito Mexicano. En 1831 se fundaron la segunda Gran Logia del Rito Nacional Mexicano en Guadalajara (Jalisco), y la tercera en Toluca (Estado de México).

En 1833, "se verificó una Asamblea General del Rito Nacional Mexicano, la que publicó un programa político a favor de la libertad de las opiniones y de la prensa; de la abolición de los fueron clericales y militares; de la clausura de los conventos y del establecimiento del casamiento civil; de la educación del pueblo; de la abolición de la pena capital y de la conservación intacta del territorio nacional."[4] También se resolvió solicitar el reconocimiento para francmasones extranjeros y establecer Logias de adopción para mujeres. Estos cambios se alcanzaron paulatinamente, no sin grandes esfuerzos e innumerables batallas libradas en las guerras intestinas de la República.

La publicación de estas propuestas de reforma, trajo consigo la entrada de la Masonería mexicana a la arena política, convirtiéndose instantáneamente en una amenaza para el partido conservador-clerical. Para aquel entonces, el enemigo más conspicuo del progreso era Santa Anna, quien, a pesar de proclamarse masón de Rito Escocés, no era sino "un escocés", es decir, miembro de la facción política clerical que había heredado ese nombre.

En 1845, ocho masones franceses[5] formaron una Logia para trabajar en México bajo el Rito de San Juan, con una carta patente del Gran Oriente de Francia. En 1847, la Intervención Norteamericana paralizó los trabajos de aquella Logia francesa y disolvió temporalmente los trabajos del Rito Nacional Mexicano, cuyos miembros se distinguieron por la activa defensa de la patria. El uso oportuno de determinados signos, significaron cortesías fraternas que servían para mitigar los horrores de la guerra. No por ello los ejércitos norteamericano ni mexicano disminuyeron sus esfuerzos de conquista y defensa respectivamente. Esta invasión dio fin a los Ritos escocés (introducido en 1813) y yorkino (fundado en 1825) basados en doctrinas políticas.

Tras la salida del ejército norteamericano en mayo de 1848, se restableció el Supremo Gran Oriente del Rito Nacional Mexicano y el Rito en general, aunque nunca volvió con el mismo vigor y fuerza que antes de la guerra. En 1850 una epidemia de cólera azotó la República Mexicana, interrumpiendo nuevamente los trabajos masónicos y extinguiendo un gran número de Logias. En 1855 Santa Anna es exiliado por su ambición desenfrenada. En 1856 se decretaba la expulsión de los jesuitas; el 22 de mayo de ese mismo año, mediante la aplicación de la ley de Lerdo de Tejada se enajenarían propiedades de corporaciones civiles y eclesiásticas.

En el año de 1857 se adoptó una nueva Constitución que decretaba la separación entre la religión y el Estado, garantizaba la libertad de palabra y de prensa, abolía los fueros eclesiásticos y el derecho a poseer bienes raíces para el uso de la Iglesia, y establecía la supremacía del Gobierno Nacional sobre los habitantes de la República. Esta Constitución fue obra de la Orden Masónica, y en especial del Rito Nacional Mexicano, quienes supieron conservar sana distancia de las estructuras políticas, sin por ello ser indiferentes a las condiciones sociales que les incumbían.

A manera de conclusión, Chism llama a unificar los ceremoniales de la Orden, en apego a las "fórmulas antiguas, observadas por nueve décimas partes de todos los masones del mundo."[6]

V. El renacimiento del Rito Escocés

El Rito Nacional Mexicano se convirtió por algún tiempo en la única organización masónica del país, sin embargo, en 1859 se establece la Logia "Unión fraternal" #20 con carta patente del Gran Oriente de Nueva Granada[7], origen de la nueva era del Rito Escocés en México. La reacción por parte de los conservadores hacia la instalación de esta Logia fue de rechazo inmediato, lo que condujo nuevamente a la prohibición de sus actividades, así como la persecución de sus afiliados. Los clericales aprovechaban la prensa para insultar a estos masones, además de promover la excomunión para ellos. Lejos de alcanzar sus objetivos, los embates de la Iglesia fortalecieron la unión entre los masones.

Los dos Supremos Consejos de las jurisdicciones Norte y Sur de los Estados Unidos encomendaron a Andrés Cassard la instalación de los respectivos Supremos Consejos en Cuba y las demás Antillas, además de en la Ciudad de México y América Central. Debido a la participación de Cassard en la prensa disidente cubana, se vio perseguido junto con los demás redactores del periódico llamado "La voz del pueblo" de aquella región, esto lo llevó a delegar su objetivo en la persona de Juan Rafecas a quien le concedió el grado 33 para tal efecto. A pesar del buen resultado de la empresa, a los Supremos Consejos de Estados Unidos no les agradó la forma en que se llevaron a cabo sus órdenes, por lo que decidieron comisionar a Charles Laffon de Ladebat a la instalación en México, sin retirar en ningún momento los poderes delegados a Cassard.

Los planes terminaron por hacerse conocidos, de tal suerte que Jacques Foullhouze, fundador del Supremo Consejo de Louissiana, emprendió la tarea de adelantarse a la nueva fundación de Rito Escocés en México. Sus intenciones y métodos le valieron el fracaso en el malogrado y espurio proyecto conocido como “Supremo Consejo del Valle de Anáhuac”.

En noviembre de 1859, Laffon de Ladebat encontró el puerto ocupado por las fuerzas del Gobierno federal y legítimo de México presidido por el insigne Benito Juárez. A su alrededor, se encontraban los personajes más importantes del partido liberal por lo que Ladebat resolvió comenzar en ese lugar su encomienda. Inmediatamente entró en contacto y estableció relaciones con Masones de la recién formada Logia "La fraternidad" perteneciente al RNM, quienes veían con buenos ojos el objetivo de Ladebat.

Personajes como el General Ignacio Comonfort (ex Presidente de la República) y Nicolás Pizarro Suárez (abogado y literato), fueron parte de aquel grupo elevado al Grado 33 de la Masonería escocesa cuya misión era formar un Supremo Consejo. La ceremonia se llevó a cabo en una pieza del Hospital Civil de Veracruz, donde se hallaba hospitalizado Nicolás Pizarro, el 21 de diciembre de 1860, apenas dos días después de la derrota de las fuerzas clericales en la batalla de Calpulalpan.

En enero de 1861, el Gobierno y el ejército retornaron a la Ciudad de México, pero las invasiones extranjeras[8] impidieron que se reorganizara el Supremo Consejo en la capital. Se desconocen registros de sesiones de este Supremo Consejo, durante el periodo de 1861 a 1867.




[1] Richard E. Chism. Op. Cit. p. 34
[2] Disponible en esta otra publicación. 
[3] Y también del Escocés. [N. del A.]
[4] Richard E. Chism. Op. Cit. p. 34-35.
[5] A pesar de que la historia ha hecho hincapié en el intervencionismo americano, particularmente ejercido por Joel R. Poinsett (quien fuese embajador de los Estados Unidos de Norteamérica en México), parece olvidarse que medidas semejantes fueron ejercidas (varias décadas antes) por los franceses y su ministro Antoine Deffaudis, dejando como consecuencia escisiones políticas internas, debilidades diplomáticas internacionales, así como acuerdos económicos costosos y dolorosos para la nación. Chism niega una parte fundamental de la historia masónica de México al omitir (con dolo o sin él) el rol sociopolítico de la Francmasonería francesa en nuestro país. [N. del A.]
[6] Este llamamiento refleja el dogmatismo del autor, quien parece abjurar del sincretismo filosófico del cual emana la Orden de la Francmasonería, que rescata las enseñanzas de todas las escuelas mistéricas para dotar de significación simbólica al acto de iniciación. Las más antiguas normativas rituales conocidas, como el manuscrito Regius (datado alrededor del año 1390), o el manuscrito Cooke (cuya data lo ubica entre 1420 y 1425) eran similares en cuanto a su estructura y esencia (textos divididos en tres partes: una plegaria o invocación, la historia tradicional de la Orden, y finalmente los deberes del Masón), sin llegar a ser idénticos en sus formas. [N. del A.]
[7] En Cartagena, España. [N. del A.]
[8] Francesas nuevamente. [N. del A.]