lunes, 12 de diciembre de 2011

4TA PARTE DEL RESUMEN "UNA CONTRIBUCIÓN A LA HISTORIA MASÓNICA DE MÉXICO" DE RICHARD E. CHISM

X. El llamado "Gran Oriente de México"
 
Para el año de 1878 se vivía la etapa de mayor estabilidad y armonía en la historia del Rito Escocés, por la respetuosa y escrupulosa administración del Supremo Consejo de México a cargo de Alfredo Chavero; sin embargo, una probada conspiración orquestada por Ermilio G. Cantón que llevó a Ignacio M. Altamirano[1] a salir electo Gran Maestro de la Gran Logia del Valle de México, sirvió para poner en entredicho la legalidad de aquel Supremo Consejo (cuya falta consistía en negarse con razón a la aplicación de los Estatutos de Nápoles), con lo que se anunciaba la renuncia de toda obediencia a aquel cuerpo, y se reclamaba la soberanía de todas las Logias Simbólicas en nombre de la Gran Logia.

Sólo dos Logias (y algunos miembros de otras) se separaron del Supremo Consejo, con lo que no era posible fundar una Gran Logia[2]. Ambas Logias Simbólicas aportaron miembros para simular la instalación de la tercera Logia requerida, con lo que fue posible celebrar una asamblea que fundara la "Gran Logia Independiente de Estado del Valle de México" #1. Partiendo de esta simulación y fundamentados en los absurdos Estatutos Generales de la Orden, determinaron que habrían de crear un nuevo Supremo Consejo, por lo que procedieron a hacerse unos a otros, Masones del Grado 33. En apenas un año fabricaron su nuevo Rito con todo y Supremo Gran Oriente, cuya primera acción consistió en declarar irregular e ilegítimo al Supremo Consejo de México. Esta acción logró dañar más a la Masonería que todas las fulminaciones de la Iglesia y todas las maquinaciones de los Jesuitas.

Concentrado el poder en el Gran Oriente, los Grados del 4° al 33° se convirtieron en filosóficos (sin jurisdicción sino en sus misterios del Grado), con lo que desaparecieron las Grandes Logias de Estado. Se ofrecían posiciones altas a personajes de cierta reputación y posición social, quienes a su vez atraían a un gran número de personajes sin importancia ni cualidades esenciales de un buen Masón. Los Grados se otorgaban sin ningún mérito, con la única finalidad de engrosar las filas del personal. Esto derivó en que los buenos y verdaderos Masones (aunque espurios), se mezclaran sin distingo con personas cuyo único interés consistía en obtener ventajas personales. 

Para 1884, el Gran Oriente contaba con alrededor de 120 Logias esparcidas por toda la República, la mayoría nominales[3] o en sueños. Se habían propuesto tratados de amistad, alianza y reconocimiento a casi todos los Cuerpos regulares del mundo, quienes en general no recibieron bien estas propuestas, salvo Cuerpos de igual origen y principios. Ya se habían admitido algunas mujeres en la Orden, llegando algunas al Grado 14 y formando Logias exclusivamente femeninas. Se cambiaron todos los rituales de modo que no tuvieran ninguna semejanza con los de los Ritos regulares. 

Cuando las actividades profanas de Altamirano le distrajeron de la administración del Gran Oriente, éste cayó en las manos del ambicioso Ermilio G. Cantón cuya personalidad arrogante e ignorante sumada a su desprecio por la ley, su servilismo con los fuertes y tiranía con los débiles, condujo a muchos Cuerpos y miembros a separarse. Ninguno de ellos fue bien recibido por las Logias regulares, por lo que se organizaron 2 nuevos Ritos: "Yorkinos" y "Templarios", cuya historia es aún más increíble, indescifrable y carente de importancia, por lo que no se profundiza en su estudio, sino para evidenciar las consecuencias de desintegración acarreadas por este sistema. 
 
XI. La autonomía del Simbolismo
 
El Rito Escocés legítimo [sic] y la Gran Logia del Valle de México, bajo los auspicios del Supremo Consejo de México, resistieron al cisma de 1878 con buen éxito y armonía; sin embargo, hacia adentro del Supremo Consejo se reconocía una realidad que había que enfrentar: la intervención en el Simbolismo. 

Las condiciones sociopolíticas derivadas de la Guerra Civil española así como del Imperio de Maximiliano, significaron facultades extraordinarias a favor de los Supremos Consejos, que ejecutaron "en general con una buena fe inalterable y con notable sabiduría"[4]. De cualquier forma, se creía superada la necesidad de depositar la tutela de la Masonería Simbólica en los Supremos Consejos. Para ello había que devolverle a los Cuerpos Simbólicos su autonomía, cuidando al mismo tiempo la preservación y continuación de las doctrinas y ceremonias de la Institución. 

La resolución, impulsada por los simpatizantes del Gran Oriente, declaraba –mediante el Balaustre XXX publicado el 25 de abril de 1883– la Autonomía del Simbolismo, según lo cual debía formarse una "Gran Logia Central" en la capital mexicana en la cual recaería la jurisdicción del Simbolismo que anteriormente ejercía el Supremo Consejo. Esta Gran Logia Central expediría las Cartas Patentes a las Grandes Logias de Estado y a las Logias Simbólicas en los estados que no tuvieran Grandes Logias, refrendaría los diplomas de los Maestros Masones expedidos por sus Grandes Logias, y algunas otras curiosidades. De este modelo se calcó, años más tarde, la llamada Gran Dieta de México. 

La centralización de la Francmasonería es reprobable, pues la autonomía y libertad son principios fundamentales de la Orden, que permiten conservar la armonía fraternal dejando de lado la política masónica, fuente de ambiciones desenfrenadas y de discordias innumerables. "Fue el espectáculo del Gran Oriente de México, desgarrándose para escapar de la dominación personal, que dio a la Masonería Simbólica legítima de México la advertencia necesaria para que doblara sus esfuerzos en contra de la organización que se le proponía en el mal considerado Balaustre del Supremo Consejo."[5] 

La Logia "Probidad" #6, fue la primera que emitió una postura en contra de la decisión, que atentaba contra las costumbres de la Masonería, su autonomía y su Simbolismo. A esta protesta se secundaron los Masones del Rito Escocés con excepción de una escasa minoría. La fuerza de este razonamiento se hizo tan manifiesta y con tanta unanimidad, que el Supremo Consejo, en mayo 27 de 1883 (un mes después de su primera manifestación), publicó el Balaustre Núm. XXXII considerado como la Carta Magna de la Masonería Antigua en la Jurisdicción Mexicana, ya que significó que por primera vez, la Masonería Simbólica de la República era una organización enteramente lógica de acuerdo con los sistemas reconocidos como antiguos, regulares y sobre todo, practicables.  

Esta obra se proyectó con sagacidad y prudencia, aunque muchos han visto en este Balaustre una maniobra política. Sea como fuere, el Balaustre se recibió con suprema satisfacción entre la Fraternidad en general. Su planteamiento se resume en tres ejes:

1)   Las Grandes Logias tenían la jurisdicción de los Grados Simbólicos, dentro de sus límites políticos y sobre las bases de la Masonería.
2)   Las Logias Simbólicas en los Estados donde no hubiese Grandes Logias debían convocar a elecciones y organizar este Cuerpo según las constituciones vigentes.
3)   Los Supremos Consejos reservaban expresamente su jurisdicción sobre los Grados del 4° en adelante. 

Algunos fieles adeptos al Gran Oriente de México y otros del RNM protestaron en contra de la autonomía del Simbolismo. Sus argumentos se vinieron abajo pues ahora pretendían centralizar el Simbolismo en la figura del Supremo Consejo, al que habían declarado "irregular" con anterioridad. De cualquier forma, ambos (los seguidores del Gran Oriente y los del RNM) pertenecían a corrientes Masónicas ajenas al Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y sus propios Ritos se encontraban disminuidos en prestigio e influencia. El nombramiento de Ignacio M. Altamirano como Cónsul General de México en España en 1889, significó un golpe mortal para el Gran Oriente de México. 

"Nunca faltan entre masones, como tampoco faltan entre otras corporaciones humanas, algunas de estas almas caritativas y bien intencionadas, aunque mal dirigidas, que están listas para sacrificar los principios fundamentales y promover lo que ellas piensan sea la mejor armonía y unión."[6] Gracias a muchos de ellos, Ermilio G. Cantón pudo acercarse a negociar la fusión de su organización con el Supremo Consejo, para lo cual tuvo que reconocer la supremacía del Rito al que tantas veces llamó espurio, como única autoridad Masónica dentro de la Jurisdicción de los Estados Unidos Mexicanos. No es difícil pensar que los miembros del Supremo Consejo vieran con recelo la fusión, sin embargo, entendían el afán conciliador e integrador de la decisión.

[1] Respetado escritor, periodista, docente y político mexicano. [N. del A.]
[2] Recordemos que para fundar una Gran Logia se requerían al menos de 3 Logias Simbólicas. [N. del A.]
[3] Es decir que sólo eran fachadas, y que en realidad no trabajaban. [N. del A.]
[4] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 85 Antes de cualquier calificativo, hay que resaltar lo evidente: pese a la ventaja que representaba este tipo de organización, se trata de una deformación esencial a la Masonería, en la que las cúpulas (integradas por personajes eminentes de la Nación) de cada jurisdicción ejercían el control jurídico y práctico sobre los Cuerpos Simbólicos de la Masonería. También es cierto que no era una práctica peligrosa y que las circunstancias exigían cambios en todas las instituciones sociales, así que la Masonería no hizo sino adaptarse a su realidad, como ha hecho desde el principio de los tiempos. Esta aparente contradicción se resuelve en un paradigma de circularidad. [N. del A.]
[5] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 87
[6] Richard E. Chism. Op. Cit. P. 95

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